TRAS EL VUELO DE LA GARZA
Calor
desolación
silencio yermo.
Los cactus resquebrajados
izan sus espadines entre el mustio quintral,
Mastico la roja urdimbre que parasita entre sus brazos,
tratando de atrapar la gota amarga y áspera
que mitigue la sequedad del mundo.
Es enero,
la hilera de huesos caprinos gritan ríos secos.
Respiro desalentada este siglo apocalíptico
que avizoro egoísta, estéril, fatal.
Perdido en las desérticas serranías
un ojo azul borbotea leche transparente y fecunda.
Una garza peregrina baja y picotea.
Mi desolada mirada sigue presurosa
el cristalino fluir que se consume
en las tierras agrietadas delpáramo.
La garza queda meditabunda
sobrecogida en su pata azul,
más de pronto alza el vuelo,
blandamente revolotea remontando las alturas,
y se pierde como feble línea en el cielo.
Traspasó los contrafuertes cordilleranos.
No una, sino miles de gráciles garzas
vienen a mi encuentro con sus albos gorjeos.
Mis pupilas reverdecen.
Amplias praderas, plantíos inconmensurables de dulce caña.
Reminiscencias de grilletes pueblan mi memoria.
Cientos de espaldas sudorosas reverberan
y una niebla espesa escapa desde la húmeda floresta.
Cae la lluvia
dulce,
vital y
doliente.
jueves, 18 de octubre de 2018
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