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domingo, 24 de septiembre de 2017

OLGA ROJAS OJEDA


El soplido del viento de la mañana me ha despertado con la aspereza de sus alas de colores miles y  me cuenta al oído las maravillas que ha presenciado durante su largo recorrido por el blanco territorio y de sus encuentros con un ser místico y me ha despojado de mis matinales perezas y  ha logrado que camine por interminable horas a través del Valle de luna y de nieve y que arribe hasta donde jamás finaliza el arco iris
y en el fin de mi viaje, me sumerjo en las frías agua de la semi-congelada catarata,
La que feliz me baña el cuerpo carente de ropas que me abrigue.
Se esmera el rígido césped en entibiar mi anatomía de manjar mientras la aurora boreal me inunda con sus luminiscencias y destellos mágicos que de sí misma desprende para obsequiarme.

Ustedes, árboles del bosque, reúnanse y cúbranme con sus ramas, acurrúquenme con sus copas, imprégnenme de perfume, vístanme de frondosidad.

Abejas, no dejen de sustentarme con la exquisita  sustancia que ustedes producen
y  yo les hablaré sobre la nación que fluye leche y miel, una tierra lejana y cercana. Y ustedes osos, salgan de sus guaridas y embellezcan el blanco panorama y  les prometo que el vientre de los lagos les regalará cientos de salmones, y ustedes caribúes en manadas, llévenme hasta la montaña más alta donde Habita el águila para que él y yo podamos conocernos  e inventarnos.

Muchos inviernos más juntos y que me cobije debajo de sus alas y me proteja del peligro y de las escarchas y recorrer incansables los senderos aún vigentes y los que el tiempo corroe y erosiona y  que nadie nos arrebate nuestra perfecta dimensión, nuestra blanca tierra ancha.