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miércoles, 1 de julio de 2015

OLGA ROJAS OJEDA

EL PERFUME DE DESPEDIDA

(Dedicado a mi padre Juan Luis Rojas Rojas, QEPD)

Papito, la enfermedad transcurre primero lentamente por tu rostro, por tu cuerpo y tus pulmones,
y luego, desvestido de piedad, 
este acelera su fatal proceso, deseando causar mayores estragos,
deseando absorberte la vida y la mente.
Cada día huyen de ti la vitalidad, la lucidez y energías que en otros tiempos te sonreían.
Inútilmente tus órganos respiratorios osan aspirar ese aire necesario que 
requieres para continuar viviendo.
No quiero verte sufrir, tu tos me desespera, la palidez de tu semblante me aterra...
¡No quiero que te vayas de este mundo de esa atroz manera!
Sé que deseas permanecer en este planeta por mas tiempo, 
para compartir con tus queridos familiares y amigos y con aquel felino
que tanto amas.
¡Oh, Jesús, como lo lamento!
Cuan lejos estamos, papito el uno del otro
y como detesto esas millas que físicamente nos separan.
Sin embargo, viajaste una distancia magnificente para expresarme tu despedida.
No puedo escucharte, ni siquiera puedo verte,
pero huelo tu perfume de repente, 
aroma que se impregnará en mi memoria para siempre.
Con resignación acepto que estás partiendo de este mundo.
¡No temas, papito!
A pesar de que el Señor de nosotros temporalmente te ha apartado, 
ahora gozas de sublime paz y has sido liberado de la esclavitud del dolor y de la enfermedad
y estás en armonía con el universo 
que una vez abrazaste y sigues abrazando.
¡El Todopoderoso no te ha abandonado!
Ha culminado por fin tu padecer. 
Nos reuniremos nuevamente y viviremos en aquel tiempo futuro que no tendrá fin, 
en aquella órbita de amor filial la cual Dios ha determinado no deje jamás de ser.

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